NUEVA YORK – Esa-Pekka Salonen subió al escenario para unirse a la Filarmónica de Nueva York, que llevaba exactamente 400 días sin reunirse ante el público.
«En nombre de todos los que estamos en el escenario, bienvenidos de nuevo», dijo el director a la multitud el miércoles por la noche. «Llevamos mucho tiempo soñando con este momento».
La filarmónica ofreció su primera actuación en público tras un parón histórico de más de 13 meses provocado por la pandemia de coronavirus, tocando en el Shed de Hudson Yards, a unos 3 kilómetros de su sala Geffen, en proceso de renovación, en el Lincoln Center for the Performing Arts.
Hubo una fuerza reducida de 23 cuerdas -todas enmascaradas- y sin metales ni maderas para un programa que duró una hora.
El cavernoso Cobertizo, inaugurado en abril de 2019, contaba con un público enmascarado de 150 personas espaciadas en grupos de una y dos sillas plegables, a unos tres metros entre cada conjunto, en un recinto que suele tener capacidad para unos 1.200 espectadores.
Había entradas electrónicas con entrada temporizada, y se tomaba la temperatura al entrar. Cada persona tenía que mostrar una prueba de COVID-19 negativa o una prueba de haber completado la vacunación al menos 14 días antes.
La última vez que la Filarmónica se reunió ante el público fue el 10 de marzo del año pasado para una noche de composiciones de Claude Debussy con la mezzosoprano Isabel Leonard y el director Louis Langree.
Desde entonces, a lo sumo un puñado de músicos de la Filarmónica habían tocado juntos en público, en actuaciones del «Bandwagon» desplazadas por la zona de Nueva York y como cuarteto en Florida, donde había una normativa menos estricta sobre el COVID-19.