Por Liliana Ospina
Detroit, MI – Quienes han tenido la oportunidad de conocer a Jacqueline Cuevas, activista comunitaria de Detroit, coinciden en que siempre sonríe e irradia una energía positiva. Hace algunos años, tuve la oportunidad de escucharla en una conferencia virtual, donde compartió su experiencia personal con muchas madres de niños con discapacidad, y sin lugar a dudas, las inspiró profundamente.
Jacqueline es una defensora incansable de los derechos de las personas con discapacidad. Su historia no solo inspira, sino que también visibiliza una realidad que muchos en nuestra comunidad aún prefieren callar.
Nacida en Detroit, hija de madre mexicana y padre puertorriqueño, Jacqueline comenzó a experimentar convulsiones no epilépticas a los 16 años, una condición neurológica poco conocida y mal comprendida. En contextos culturales donde las discapacidades «invisibles» suelen ser ignoradas o estigmatizadas, su sufrimiento fue minimizado. Durante nueve años, médicos, familiares e incluso conocidos desestimaron sus síntomas, atribuyéndolos a causas psicológicas o a una supuesta búsqueda de atención.
No fue sino hasta los 25 años —cuando estaba embarazada de su primera hija— que recibió un diagnóstico adecuado. Esa experiencia, aunque dolorosa, marcó un antes y un después. “La sociedad nos margina más por cómo recibe la discapacidad que por la discapacidad en sí”, afirmó Jacqueline durante nuestra entrevista.
En 2020, tras sufrir una lesión cerebral traumática, Jacqueline vivió lo que describe como un renacimiento. Tuvo que aprender a caminar nuevamente y depender de otras personas para las tareas más básicas. Sin embargo, en lugar de rendirse, decidió dejar de definirse por lo que los demás decían de ella. “Yo decido quién soy. Mi cuerpo no me limita; mi propósito me impulsa”, expresó con determinación.
Hoy, Jacqueline preside la junta directiva de Self Advocates of Michigan (SAM), una organización estatal que empodera a personas con discapacidades del desarrollo para que defiendan sus derechos y participen en la creación de políticas públicas. Desde Lansing hasta Washington D.C., ha viajado como portavoz de una comunidad que exige ser vista, escuchada y respetada.
Pero su liderazgo va más allá del activismo. Junto a su esposo, quien tiene discapacidad visual, Jacqueline es emprendedora en Detroit a través de su negocio familiar, Junction Party Store. Además, como madre con discapacidad de hijos neurotípicos, trabaja activamente para romper los ciclos de silencio y represión que ella misma vivió. “Hablo con mis hijos, les pregunto cómo se sienten, les enseño a entender mi condición y a defender la dignidad de todos”, explicó.
Su mensaje para las madres latinas que enfrentan el diagnóstico de un hijo con discapacidad es claro y poderoso:
“No es tu culpa. Tu hijo merece una vida plena. Deja de preocuparte por el qué dirán. Infórmate, rodéate de profesionales que te escuchen y recuerda: tú conoces mejor que nadie a tu hijo.”
Jacqueline también hace un llamado urgente a reconocer y apoyar a padres y madres con discapacidad, quienes a menudo enfrentan una doble discriminación. En su caso, incluso intentaron quitarle la custodia de su hija por su condición médica. Gracias al apoyo de su neuróloga y su terapeuta, logró demostrar su capacidad y mantener unida a su familia.
Su vida es prueba de que las barreras se rompen con valentía, autenticidad y fe en uno mismo. Jacqueline no busca lástima, sino transformación social. Y lo está logrando, paso a paso.
“Todos conoceremos a alguien con discapacidad en algún momento de nuestra vida,” concluyó. “Así que empecemos hoy a construir una sociedad más humana, más informada y más compasiva.”
Jacqueline Cuevas: A Powerful Voice for Inclusion and Dignity for People with Disabilities in Michigan
By Liliana Ospina H.
Detroit, MI – Those who have had the chance to meet Jacqueline Cuevas, a community activist from Detroit, often say she’s someone who always smiles and radiates positive energy. A few years ago, I had the opportunity to hear her speak at a virtual conference, where she shared her personal story with many mothers of children with disabilities—and without a doubt, she inspired them all.
Jacqueline is a tireless advocate for the rights of people with disabilities. Her story not only uplifts but also brings visibility to a reality that many in our community still prefer to ignore.
Born in Detroit to a Mexican mother and a Puerto Rican father, Jacqueline began experiencing non-epileptic seizures at the age of 16—a little-known and often misunderstood neurological condition. In cultural settings where «invisible» disabilities are often ignored or stigmatized, her suffering was dismissed. For nine years, doctors, relatives, and even acquaintances told her that her symptoms were «mental» or simply attention-seeking behavior.
It was not until she was 25 years old—and pregnant with her first child—that she finally received an accurate diagnosis. That experience, though painful, marked a turning point. “Society marginalizes us more because of how it perceives disability than because of the disability itself,” Jacqueline said during our interview.
In 2020, after suffering a traumatic brain injury, Jacqueline experienced what she describes as a rebirth. She had to relearn how to walk and depend on others for the most basic tasks. Yet instead of giving up, she decided it was time to stop defining herself by what others said about her. “I decide who I am. My body does not limit me—my purpose drives me,” she stated firmly.
Today, Jacqueline serves as chair of the board of Self Advocates of Michigan (SAM), a statewide organization that empowers people with developmental disabilities to defend their rights and take part in shaping public policy. From Lansing to Washington D.C., she has traveled as a spokesperson for a community demanding to be seen, heard, and respected.
But her leadership goes beyond activism. Alongside her husband, who is visually impaired, Jacqueline is an entrepreneur in Detroit, running their family business, Junction Party Store. At home, as a mother with a disability raising neurotypical children, she actively works to break the cycles of silence and repression she experienced. “I talk to my kids, I ask how they feel, I teach them to understand my condition and to stand up for everyone’s dignity,” she explained.
Her message to Latina mothers facing the diagnosis of a child with a disability is clear and powerful:
“It is not your fault. Your child deserves a full life. Stop worrying about what others will say. Get informed, surround yourself with professionals who will listen to you, and remember: you know your child better than anyone.”
Jacqueline also issues an urgent call to recognize and support parents with disabilities, who often face double discrimination. In her own case, she was nearly stripped of custody of her daughter due to her medical condition. But thanks to her neurologist and therapist, she was able to prove her capabilities and keep her family together.
Her life is proof that barriers can be broken through courage, authenticity, and faith in oneself. Jacqueline does not seek pity—she seeks social change. And she is achieving it, step by step.
“Everyone will know someone with a disability at some point in their lives,” she concluded. “So let’s start today by building a more human, informed, and compassionate society.”